Antes de empezar: este debate es histórico. Pero nos interesa darlo de todas formas. Cuestionar la realidad es una de las formas que tenemos de habitar este mundo, y es nuestra preferida.
En 1964, hace exactamente sesenta años, el filósofo y escritor italiano Umberto Eco escribió Apocalípticos e integrados, un ensayo donde analiza las diferentes posturas frente a la cultura de masas. Eco examina cómo la sociedad responde a la creciente influencia de los medios de comunicación y la cultura popular, planteando dos actitudes principales: apocalípticos o integrados.
Cuando habla de las personas apocalípticas, se refiere a esas personas que ven la cultura de masas como una amenaza para la cultura alta o más tradicional. Para ellos, la tele, el cine, los cómics o la música popular son culpables de que el arte pierda calidad y de que la gente termine alienada. Piensan que la cultura de masas —esas manifestaciones culturales asimiladas por una amplia cantidad de personas y opuestas a la cultura de las clases privilegiadas— es superficial, fomenta el conformismo y borra las diferencias culturales.
En cambio, al referirse a las personas integradas, explica que éstas representan la postura opuesta. Ven la cultura de masas como una forma posible de acercar el conocimiento y el entretenimiento a un público más amplio.
Nos encanta este libro porque es crítico y es fundamental para entender cuestiones que siguen vigentes, por ejemplo, los medios digitales y las redes sociales. Internet apareció para romper la matrix fuerte. Pensemos que ahora todo está al alcance de nuestra mano, que podemos buscar una pregunta y tener la respuesta, ver contenido nuevo todo el tiempo, leer todo tipo de cosas, incluso pensemos en que nos convertimos en prosumidores. Ya no somos esas personas pasivas que solo consumen, incluso podemos producir contenido.
Bueno, de cualquier manera, claro no está si esto es un veneno o una medicina. Es verdad que hoy en día si una persona quiere mostrarle al mundo que, por ejemplo, compuso un tema nuevo, basta con grabarse y cargar el video que ya tiene la posibilidad de que la gente conozca lo que hace. En este sentido, la virtualidad funciona como una herramienta que democratiza el acceso a la información y al consumo. Sin embargo, existe la contracara, más que conocida, que es el abuso que hacemos como seres humanos del celular y todos sus yeites. Ni hablar de la existencia del algoritmo, esa automatización que está más allá de nuestro control y guía nuestra interacción con la virtualidad. En muchos casos dejó de ser una herramienta y pasó a ser el látigo que nos esclaviza.
Esta vez no hay postura absoluta, nos parece, así que abrimos el juego para que ustedes nos cuenten si son personas más apocalípticas o integradas y por qué.